«Red – Familias por Adopción» reúne 22 imágenes que hacen visibles 13 adopciones que deconstruyen el modelo ideal de familia, tomando como eje las historias previas de los chicos y chicas
TELAM – Una muestra fotográfica que testimonia historias de adopción y diversidad y tiene como protagonistas a familias tradicionales, madres solas y parejas trans que decidieron adoptar niños, adolescentes, y niños con discapacidad, enhebrando vínculos detrás de los cuales se gestan recorridos de búsqueda, amor y encuentro, se exhibe en el Centro Cultural Recoleta.
«Red – Familias por Adopción» reúne 22 fotografías acompañadas de textos que hacen visibles 13 historias que dan cuenta de que lo importante es la construcción de vínculos en la diversidad, una manera de deconstruir el modelo ideal de familia, tomando como eje las historias previas de los chicos y chicas, pensando en cuál es la familia adecuada para ellos y no el hijo o hija que los adultos soñaron.
Entre las fotografías hay historias de adopción de grupos de hermanos por distintas familias, adopciones de adolescentes, con inclusión de la familia de origen, maternidades trans, adopciones de papás o mamás solas, adopción de una hija con su hijo lo que implica convertirse en papás y abuelos al mismo tiempo, adopción de niños con discapacidad, entre otras.
La muestra, realizada por la artista argentina Nora Lezano, y producida por la gestora cultural Rocío Irala Hernández y la productora audiovisual Patricia Carrascal, cuenta con la participación de Inés Estévez y sus hijas como una de las fotografiadas, y texto curatorial de su autoría.
«Se necesitan innumerables redes visibles e invisibles para lograr una familia por adopción, pero sobre todo, hay infancias y adolescencias que a pesar de haber transitado situaciones de vulnerabilidad, se animan a ser parte de una nueva familia, de una nueva red», sostiene Carrascal.
La muestra, que llevó dos años de organización y recorrerá algunas provincias argentinas, «deja ver la diversidad en la adopción: diversidad de familias y chicos. También muestra el funcionamiento del sistema, y expone las dificultades y las ganas de armar una familia por elección», explica Irala Hernández.
«La adopción para nosotros tiene que ver con buscar familias para niñes y adolescentes reales que están esperando y no al revés, porque la adopción no tiene que ver con una obligación de darle hijos a los adultos, sino que es un derecho que tienen los niños, niñas y adolescentes a crecer dentro de una familia», señala a Télam Carrascal, quien abordó esta temática en dos proyectos audiovisuales.
Lezano, quien trascendió por sus fotos a figuras del rock nacional, fotografió a 16 familias. «Mi objetivo desde el primer momento fue mostrarlas divertidas y empoderadas, fuertes. Quise descontextualizarlas, no hacer las fotos en sus casas, sus lugares, entonces decidí llevarlas a un estudio, pero les pedí que llevaran elementos que tuvieran que ver con sus historias. Y así se armaron las fotos con banderas, pelotas y camisetas de fútbol, remeras con el rostro de Charly García, disfraces, remos», cuenta la fotógrafa a Télam.
«La perfecta coincidencia universal que supone el encuentro entre personas es más poderosa que la mera circunstancia de haber salido de determinado cuerpo. La importancia del linaje ha estado históricamente unida a uno de los motivos más prosaicos y ajenos a cualquier tipo de amor: la posesión. Mientras ese mandato somete a adultos y niños a padecerlo, se sobredimensiona la crianza de hijos de otra sangre, desnaturalizando un mecanismo de supervivencia tan antiguo como el mundo: prácticamente todos los seres del reino animal son capaces de asumir el amparo de crías ajenas. Frases como ‘la sangre tira’ tergiversa la realidad y evitan la verdad. A los vínculos hay que construirlos», afirma Estévez.
«Venir al mundo dentro de determinado seno familiar es un accidente biológico que conlleva, en todo caso, pruebas de orden espiritual que quizás esa alma se impuso para evolucionar. El desafío de su elevación puede involucrar ser criada por quien no la parió. Y esa es la cuna de la diversidad más pura. Nacer de un vientre no te hace hijo; ser amado, cuidado, nutrido y acompañado, sí. Parir no te hace madre, procrear no te hace padre, criar sí», agrega la actriz en el texto curatorial.
Si bien Estévez podría haber tenido hijos biológicos, no estaba especialmente interesada en cursar un embarazo, pero sí en maternar. Así conoció a Cielo y a Vida cuando tenían 1 y 2 años, ambas con discapacidad. Vida tiene un retraso madurativo y posee algunas herramientas de autovalimiento; Cielo tiene parálisis cerebral y, aunque es muy inteligente, depende de asistencia permanente. El día que decidió adoptarlas, no sólo empezó el camino de la maternidad, sino que tuvo que enfrentarse a un sistema y a una sociedad que no incluyen la neurodiversidad. Su historia personal la llevó a una militancia que logró, entre otras cosas, el CUD (Certificado Único de Discapacidad) no renovable y el tratamiento de la Ley de Capacitación Docente en Discapacidad.
Las chicas crecieron en un entorno de cuidado, estimulación y amor que logró que Vida vaya a una escuela especial y Cielo a un centro terapéutico educativo donde aprende a ser lo más autónoma posible.
Estremecedora también es la historia de Luciano Salvador, un niño que se fue de su casa a los 9 años junto a dos hermanitos de 5 y 2 años, debido a la situación de hacinamiento y descuido que vivía junto a su madre y su pareja. Esa tarde que decidieron irse caminaron 30 cuadras hasta llegar a la casa de sus abuelos y luego fueron citados por el juzgado y enviados a un hogar en La Plata, que él recuerda como una cárcel. Mientras tanto, en ese tiempo su madre continuaba teniendo hijos que también llegaron al hogar, y se convirtió en «padre» de sus hermanos.
Tras dos años de permanencia en el hogar, le expresó al juez la necesidad de tener una familia para él y sus hermanos, pero debió aceptar que no iban a ser adoptados por una sola familia. Pidió ser el último en irse del hogar para quedarse con sus hermanos menores. A los 12 años lo adoptaron Laura y Cacho y recién a los 25 sintió que era parte de una familia. Estudió Derecho en la UBA, trabaja en un juzgado y en la muestra se exhibe en una foto donde aparece parado sobre una pila de libros.
Con el título de «Pandemia y Racing», la muestra exhibe la historia de Paola y Alejandro, quienes después de perder seis embarazos, se anotaron para adoptar niños de 0 a 5 años y luego ampliaron el rango y adoptaron a Tomás de 8 años, que actualmente tiene 17 años. En 2021 adoptaron a Cristian de 9 años, que vivía en un hogar y cuya adaptación familiar transcurrió en plena pandemia, incluso a través de una reja para no perder contacto. La pasión por Racing, camisetas con las que posan para las fotos, les permitió construirse como familia.
Bajo el nombre de «Maternidades únicas», la muestra recoge las historias de Silvina y Ana, dos hermanas que decidieron maternar solas. Silvina, catamarqueña, se inscribió a los 29 años para adoptar como familia monoparental. Un día la llamaron por un bebé de Córdoba con un delicado estado de salud, desnutrido e internado en terapia intensiva con pocas posibilidades de sobrevida, y viajó desde su provincia para acompañarlo en sus últimos días. Finalmente, el niño, de nombre Francisco, sobrevivió, y si bien tiene una discapacidad, con sus 16 años, es brillante, independiente, tiene amigos y es muy divertido.
En tanto, su hermana Ana tenía 46 años cuando vio una convocatoria en Salta para adoptar a una adolescente de 15 años, Cayetana. La chica se había criado en distintos hogares desde los 6 años y tenía 16 hermanos. El hijo de su hermana fue fundamental para la integración de la niña a la familia. En las fotos posan con ponchos norteños, felices y unidos.
Otra de las historias de adopción tiene como protagonistas a Nicolás y Matías, una pareja de varones que se inscribió para adoptar a un bebé y luego amplió su disponibilidad a niños de hasta 7 años. Cuando habían perdido las esperanzas los llamaron para paternar a un niño de un año que vivía en un hogar con otros 20 bebés y debido a la falta de estimulación no caminaba y en vez de tomar los objetos con las manos, lo hacía con las muñecas. Si bien tuvieron que luchar contra los prejuicios del hogar donde estaba el niño, la jueza les dio la tenencia a los seis meses.
«Mamá trans» contra todo es el nombre que abarca el caso de una travesti que vivía en Argentina y es llamada por una jueza como última opción para la adopción de su sobrino que estaba en un hogar en Uruguay. Le costó mucho tiempo, viajes y promesas vencer todo tipo de prejuicios del poder judicial pero dos años más tarde logró ser la madre legal del niño. El día que obtuvo la adopción le comentaron que su hijo tenía un hermano en otro hogar, y fue por él. Junto con su pareja, hoy viven los cuatro en Buenos Aires.
La muestra que se exhibe en la sala 7 del Recoleta, podrá visitarse de martes a viernes, de 13.30 a 22 y sábados, domingos y feriados, de 11.15 a 22, en Junín 1930 hasta febrero de 2024.