«Todos los hombres que fui»: escribir para deshacer el conjuro de los mandatos

Todos los hombres que fui amplía el catálogo de la editorial Vinilo que publica títulos breves y de no ficción, a veces en tono de ensayo, otros de novela o más íntimos, como apuntes autobiográficos. El primer libro de María Pérez (Junín, 1983) intercepta los bordes de una escritura que tiene que ver con lo personal pero que también se inscribe en lo cultural y generacional, desde las formas de decir, los lugares asignados en una familia de clase, los rangos y responsabilidades de acuerdo al orden de sus integrantes hasta los mandatos implícitos -o no- sobre la carrera profesional.

Todos los hombres que fui amplía el catálogo de la editorial Vinilo que publica títulos breves y de no ficción, a veces en tono de ensayo, otros de novela o más íntimos, como apuntes autobiográficos. El primer libro de María Pérez (Junín, 1983) intercepta los bordes de una escritura que tiene que ver con lo personal pero que también se inscribe en lo cultural y generacional, desde las formas de decir, los lugares asignados en una familia de clase, los rangos y responsabilidades de acuerdo al orden de sus integrantes hasta los mandatos implícitos -o no- sobre la carrera profesional.

La nueva entrega de la autora intercepta los bordes de una escritura que tiene que ver con lo personal pero que también se inscribe en lo cultural y generacional. «Escribir para mí es la rebelión total de todas mis creencias», aseguró Pérez en diálogo con Télam.

Entre lo fragmentario y el relato de una vida, Todos los hombres que fui, el primer libro de no ficción de María Pérez, sigue el ritmo de una narradora filosa que mira el pasado de su historia para entender y descubrir quién es, mientras revisa la marcas de los mandatos y las normas que intervienen en su identidad y en sus formas de relacionarse con los otros: «Escribir para mí es la rebelión total de todas mis creencias», dice la autora.

«Tengo la perpetua sensación -escribe la narradora- de que no pertenezco, de que no me contiene ninguna clase, ningún colectivo. Y como si fuera poco, soy de los 80, lo cual significa que no fue ni emo ni tecno, que no soy pop, ni milenial, ni analógica. Simplemente no entro, no cuajo».